Las preguntas que a menudo se plantean ante la pérdida de un ser querido son:

¿Cómo afrontar este momento? ¿Qué hacer? ¿Cómo transitar el duelo?

Para dar respuestas es importante saber que la pérdida de un ser querido es un aprendizaje. Hay que reconocer las herramientas y los modos de transitar este momento doloroso, el qué decir y el qué hacer.

La realidad muestra que existen tantas formas de transitarlo como personas y huellas digitales.

¿Por qué hablar del duelo y de la muerte? Porque cuando una persona nace solo sabemos con certeza que esa persona va a morir. Sin embargo, de la muerte no se habla. Como el nacimiento, es propio de la vida. No vivimos pensando que vamos a morir, es un mecanismo de defensa que cuando llega la muerte nos deja sin palabras. Por eso es tan importante poner palabra al dolor.

El duelo es el proceso que se da tanto a nivel psicológico como psicosocial, tiene una función adaptativa, así como el miedo. Se desata ante pérdidas cercanas como no. Es largo y doloroso, no hay tiempos estipulados. Desorganiza, “patea la vida”. La palabra clave es proceso y una misma persona puede transitar los diferentes duelos de distintas maneras. No hay recetas, hay tareas para afrontar el duelo, por este motivo es que es dinámico. Es necesario recordar que tiene un final y que ese final no significa que algún día se vaya el dolor, porque al igual que el amor, no se va. El dolor es proporcional al amor. Lo que sí termina es el dolor ligado al sufrimiento. Es ahí cuando se reorganiza la vida, con los recursos previos y lo aprendido durante el duelo. Es ahí cuando encontramos un nuevo para qué a la vida.

Este proceso de duelo implica trabajo, no es cierto que el tiempo lo cura. La herida no cicatriza si no se la cuida.

Durante el proceso de duelo puede aparecer la hiperactividad como así también la hipoactividad. Se puede pensar en la pérdida, hablar de la misma, atesorar objetos. Sobre esto último, es una buena opción quedarse con alguna pertenencia a la que podamos recurrir para poder conectarnos con lo compartido y lo disfrutado. Además puede aparecer la sobrepreocupación por los que quedan. Podemos sentir infinitas reacciones corporales como la falta de aire, de apetito, fatiga, presión en el pecho, debilidad.

Es importante y necesario atender a las propias necesidades y volver a los lugares donde nos sentimos bien y protegidos.

Es un proceso que va desde la negación hasta la aceptación, se van atravesando distintos estadíos:

– No podemos creer lo que está pasando, hay como una “anestesia emocional”. Se llora más la idea de la muerte que la muerte misma.

– Anhelo y búsqueda de lo perdido. Aparece el enojo. Llanto.

– Se conecta con la muerte y se ve que es irreversible. Provoca desesperanza.

– Reorganización. Se registra la pérdida, se acepta, duele y a partir de ahí se comienza a trabajar con la realidad. Damos un lugar simbólico que nos permite conectarnos con nuestros proyectos.

Nosotros no elegimos la pérdida, pero sí qué hacemos con lo que nos pasa y esto implica un compromiso.

La tristeza es una necesidad psicológica. Reconocer la pérdida. Pasar de ser el dolor a tener el dolor. Eso permite confrontar y trabajar activamente.

Finalmente, el duelo tiene un comienzo, un proceso y un final. Implica la transición entre amar en presencia, que es lo que sabemos, y amar en ausencia, que es lo que debemos aprender. Es crear nuevos significados. Frente a la pérdida no hay respuesta al por qué, pero sí tiene respuesta qué hago con esto.