No podemos olvidar que somos seres sociales y que somos en comunidad. Lo social y los vínculos nos atraviesan a lo largo de nuestra vida. Los vínculos son importantes y necesarios para el desarrollo individual de las personas. 

Necesitamos de un otro desde que nacemos hasta que morimos. Durante los primeros años necesitamos que nos alimenten, que nos limpien, nos cuiden e incluso que interpreten nuestro llanto, que le den un significado. Luego, en la infancia, el cuidado sigue y las emociones crecen en relación a los vínculos, pensemos en la alegría que tiene un niño/a al ver a un ser querido a la salida del colegio y su tristeza al no verlo. En la adolescencia, lo social se concentra en los pares, conversar, salir y divertirse entre amigos/as, llegando a convertirse en referentes entre sí.

Aquello que NO puede faltar en un vínculo: respeto, empatía, compañerismo, escucha y responsabilidad afectiva.

Cuando hablamos de respeto nos referimos a considerar al otro en relación a sus tiempos, sus modos/formas y sus intereses y/o preferencias. Uno/a elige al otro/a como es, y no es justo querer cambiarlo para nuestro beneficio o gusto. 

La empatía es poder ponerse en el lugar del otro. Entender que nuestras conductas tienen efectos en el resto de las personas. “No le hagas al otro lo que no te gusta que te hagan a vos”.

Escucha. Así como nos hace bien sentirnos escuchados, es necesario ejercitar la escucha, por algo tenemos dos oídos y una boca. La importancia de la comunicación, generar ida y vuelta, prestando atención no solo a lo que el otro me dice sino también a su reacción. Escuchando con todos nuestros sentidos.

Compañerismo es estar para el otro, sin necesidad de que nos lo pidan. Estar no solo cuando nos piden ayuda, sino también para apoyar al otro en sus éxitos.

Y en cuanto a la responsabilidad afectiva, significa tener conciencia de que el otro/a tiene sentimientos propios, pensamientos, inseguridades, expectativas, etc. Es posible que por momentos restemos importancia a cosas que tal vez para el otro signifiquen mucho. Pensemos en situaciones tales como “clavar el visto” “desaparecer/ghostear” o terminar un vínculo sin demasiada explicación. Ser responsable afectivo es poder comunicarle al otro lo que pensamos, sentimos y queremos. Tal vez sin demasiados detalles pero con calidez y claridad.

No hay una única manera de vincularse. El trabajo personal que debe hacer cada uno/a es encontrar la forma de vincularse en la cual se sienta cómodo/a y a gusto. Para esto, es fundamental activar la posibilidad de reflexionar acerca de cómo queremos hacerlo. Es posible que muchas veces sintamos contradicciones, es parte del aprendizaje.

Cuestionémonos, repensémonos, e incluso conversemos con quienes tenemos los vínculos.

Nadie nace sabiendo vincularse. Durante la vida se nos van proponiendo modelos y vamos aprendiendo de estos. Los invitamos a cuestionarlos, a preguntarse y a ser creativos en los vínculos. No existe una única forma de relacionarse, válida para todos.