Hablamos de bullying cuando la violencia es física, verbal, psicológica y/o simbólica.
Se da entre pares de edad escolar. Se construye sobre un vínculo de desequilibrio de poder. Quien es agredido se siente en peligro permanentemente. Se da en forma reiterada, sostenida, creciente y siempre dirigida a la misma persona.
En la etapa que vemos más frecuentemente el bullying es fin de la primaria y al inicio de la secundaria. Coincide con los cambios hormonales, corporales, biológicos y de identidad. El bullying consta de humillar, hostigar, rechazar e ignorar al compañero/a elegido/a .Los que lo padecen pagan a veces una moneda muy alta para pertenecer, como alcoholizarse, drogarse, participar de rituales que no tienen que ver con ellos, entre otros. Hasta los padres les sugieren muchas veces trasgredir, porque se sienten desolados frente a esta situación.
Quien ejerce el bullying necesita desesperadamente dejar salir el odio que siente ya sea, por la envidia, por los celos, por la discriminación, por la falta de oportunidades o por la injusticia… Necesidad profunda de ser mirado y escuchado.
Recomendamos intentar no apoyar al que maltrata. De esta manera lograremos entre docentes, padres y chicos desactivar lo que pasa. Que el grupo se revele es una de las salidas más esperanzadoras. Como adultos, frente al relato de los jóvenes, no debemos minimizar lo que nos cuentan, no debemos exponer a nadie del grupo y debemos tratar la temática con absoluta confidencialidad.
Se va a solucionar si aceptamos que evitar el bullying depende un 100% de los adultos.
Tenemos que estar disponibles para nuestros adolescentes y pre-adolescentes. No es conveniente que se trate el problema entre padres solamente. Es imprescindible la intervención de la escuela para calmar y redirigir las emociones. El secreto y el silencio son una trampa que solo se puede salir junto a otro.