A los 30 años, tomé una decisión que cambiaría mi vida profesional y mis creencias, mucho más de lo que pensaba.
A los 22, me recibí de profesor y desde los 20 y daba clases en distintas escuelas, colegios. Me encantaba, me sentía realizado, era una profesión que me gustaba y que había abrazado con dedicación durante años.
Sin embargo, con el paso de los años surgió un pensamiento y un sentimiento que no podía ignorar: no me hacía feliz. Algo faltaba, algo que me hacía sentir que por ahí, no era.
El momento llegó cuando me vi en las mesas de examen de diciembre, y entendí que estaba en piloto automático: viajaba a dar clases todos los días, volvía, y eso se repetía al otro día… eran muchos años haciendo lo mismo una y otra vez. La respuesta fue clara: no estaba dispuesto a renunciar a mi felicidad por comodidad. Así que tomé una decisión que muchos acompañaron y otros, no tanto: dejar la estabilidad financiera y emocional de mi carrera para comenzar desde cero en otra rama del mundo de la comunicación.
El miedo y el salto al vacío
El miedo fue mi primera gran barrera. ¿Cómo empezar de nuevo? ¿Qué dirían los demás? ¿Sería capaz de adaptarme a algo completamente nuevo? Sin embargo, más fuerte que el miedo fue el deseo de encontrar una vida alineada con lo que realmente me apasionaba.
Comencé por estudiar, dedicar horas a aprender herramientas, estrategias y tendencias. El marketing y su veta me encantaba por su dinamismo, creatividad y capacidad de conectar con las personas. Con cada clase y libro, sentía que estaba construyendo un camino que resonaba con mi esencia de este presente.
Sacrificios y cambios emocionales
No fue fácil. Renuncié a la estabilidad de un ingreso fijo, enfrenté dudas constantes y luché con la sensación de estar atrasado y volviendo a empezar en comparación con otros. Hubo momentos en los que las emociones me desbordaron, pero cada desafío me hizo más fuerte. Aprendí a valorar los pequeños logros, a celebrarlos y a confiar en el proceso. Entendí que era mi proceso, y solo se trataba de mí.
Encontrar mi felicidad
Hoy, puedo decir que el cambio valió la pena. Mi carrera en marketing, en el mundo de la comunicación corporativa no solo me permite explorar mi creatividad, sino que me da la libertad de ser yo mismo. Descubrí que nunca es tarde para empezar de nuevo y que la verdadera estabilidad está en sentirnos plenos con nuestras elecciones.
Y, que puedo volver a la docencia cuando quiera, y comenzar un camino diferente cuantas veces lo desee.
Si estás en un momento de duda, preguntándote si deberías dar el salto, mi consejo es: escucha tu corazón y no tengas miedo de apostar por tu felicidad.